Versos a mi Madre poemas a Rondón Lugo
Versos a mi Madre
A través de los años,
y del largo camino de piedra,
he visto nuevamente a mi madre,
camina despacio,
con su pelo castaño,
su blanca tez y sus bellos labios,
no observo ningún defecto en su cuerpo
y sus dientes parecen hechos de marfil
y tallados por un artista,
un pequeño punto de oro
entre los incisivos superiores,
armoniza con su sonrisa,
sus cejas, pobladas y negras
arropan y se juntan en el área central.
La miro leyendo,
con un gran libro,
al lado anota y de vez en cuando
subraya algunas frases,
habla despacio y cuando lo hace
observa atentamente al interlocutor,
camina algo rápido.
He visto a mi madre levantarse
muy temprano;
se prepara para ir a la Herrera Toro
llega primero y
pasa al cuarto de la dirección
allí habla con Rosario, Carmen Guzmán,
Consuelo, Clarita, la Chicha..
y saluda a algunas alumnas que se acercan
Inesita Aray, Gladys Gómez, Raquel y Elena García
Jeannine, Wintilita, de repente
le dan unos golpes a la campana
y todas deben hacer fila,
ella domina la situación,
tranquila, con el consejo a tiempo
y firme, es decidida,
le gusta el orden,
todo debe ser perfecto,
todo debe ser limpio,
todo debe progresar
todo debe evolucionar
todo puede cambiar
ella viene de un padrote de pueblo
en una humilde huérfana
respetó a su padre,
lo admiró,
y a su madre la quiso como a un Dios.
Apenas 6° grado
y sale con su sabiduría
a dar clases,
con su belleza a caminar
con su sonrisa a besar el viento
y a las flores.
Su escuela es su vida,
ayudó y orientó a toda una
población rural,
fue sin luz, ni radio, ni agua,
vivía en clarines,
les hablaba de las galaxias,
del cambio del tiempo,
de las lluvias
del polen,
de las sustancias del cerebro,
y los ponía en funciones
de teatro, de cuentos,
de charadas,
de bailes y danzas;
era obligatorio,
era esencial intervenir.
Se enamoró y casó con Salvador
mi padre,
a quien admirase por su fuerza
e inteligencia.
Como hacia barriles de madera,
montara a caballo y trabajaba,
trabajaba y amaba al campo,
las flores
y la vida
ella era infatigable.
Sus planes eran moldear una estrella
amansarla
enseñarla,
era ir a la luna
y allí dar una clase.
Cuando yo la oía
me parecía que recién llegaba
de Estados Unidos o de Europa,
hablaba de París,
de la moda,
del arte de comer,
de cómo se disponían los platos,
como se servía el café
y como sentarse en la mesa.
Yo que era pueblerino
no entendía,
yo que no pude tenerla
sino en cartas y recuerdos
en largas trochas
de habitaciones desoladas
de escaparates cerrados
y de persianas sucias.
la luz del cuarto era ella,
era el espejo,
la puerta,
era el timbre,
eran los ruidos
y venia en sueños
y en libros con su nombre.
Era la guía,
por ella yo fui Médico
y Mellita Odontólogo,
fue exactamente por ella
que no robé
y exactamente por ella estoy aquí
para contarles al regreso
que Berlín es como me dijo
y que así es Madrid
y todo lo demás,
y que ella haya estado conmigo
\yo lo sé,
y también que me mira
y me cuida,
aunque no siempre hablo con ella
pues es necesario quedarnos callados
leyendo y escribiendo.
Las calles con sus piedras
van escritas con su nombre
como también hay fotos de ella
en la casa de mi pueblo,
como un libro de los que leen
está su nombre.
Madre:
\no sé como haré para transmitir
a mis hijos
y a los hijos de mis hijos
lo que tú me das,
y me enseñas,
ellos no comprenden
que leen por ti
y son por ti.
Berlín 1986
Escrito por Antonio Rondon Lugo el 6 de enero de 2016 con
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